Ciertamente cuando los seres humanos atraviesan grandes crisis, sólo queda mirar al Cielo y retornar la mirada al lado para buscar algún remedio a la desgracia.

Pérdida del empleo, infidelidad de la pareja, enfermedades incurables, pero de todas, el hambre sin un horizonte que avizore arreglo, es la situación que más desamparo produce porque experimentan que no valen nada para nadie. Asumen que su valor reside en lo que poseen y si no hay posesiones entonces se sienten no dignos. Es entonces cuando dejan de mirar de frente a las personas. La desconexión de la mirada del pobre con el resto de ciudadanos es un indicador del sufrimiento humano pues el rechazo es tan fuerte como la indiferencia. Esta situación límite fue la que describió reflexionando en voz alta el catedrático Oscar García en su ponencia sobre “La razón de ser del voluntariado”.

García enseña en la Universidad de San Martín de Buenos Aires. Él propone que el voluntariado es la respuesta ante la ausencia de un estado que no resuelve el sufrimiento de comunidades de seres humanos expuestos a perecer sino reciben ayuda oportuna. Explica que el voluntariado es volver en “prójimo” al que se encuentra “próximo” y de esta forma se asume su padecer. La distancia se acorta y pasa de ser un extraño hasta convertirse en un miembro más de la familia. Ese encuentro con el sufriente implica asumir el sufrimiento del otro como propio. Y esa fue la experiencia que vivió Argentina en el 2002 y 2003 frente a una crisis económica que arrastró a familias enteras a la pobreza. Cifras de esa época señalan que 4 de cada 10 argentinos vivían en la pobreza. García refiere que el involucramiento de los ciudadanos con el problema del hambre del vecino contrarrestó el individualismo y dio vida al voluntariado en Argentina.

En este sentido, ¿cuántas personas son capaces de comprometerse con un voluntariado que cumpla con estas características?
Siendo que las Naciones Unidas estableció la Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030, resulta importante determinar la gran necesidad de un Voluntariado de las Personas Adultas Mayores que sea la respuesta que ellos mismos dan a sus propias necesidades. El empoderamiento del adulto mayor para el ejercicio pleno de sus derechos puede sonar a utopía, pero no lo es. Hoy en el Perú, el 32.7% de hogares son conducidos por adultos mayores, lo que significa que no sólo se realizan como personas, sino que son capaces de asumir una carga familiar sacando adelante a sus familias. Estos datos revelan que los adultos mayores son capaces de dar una respuesta efectiva a las necesidades de sus familias.

“La nueva longevidad es que el adulto mayor viva en mejores condiciones mediante la ayuda mutua buscando su protagonismo para que realice como persona, asociándose para hacer incidencia en relación a aquello que le afecte para que pueda cubrir una necesidad”, este sustento es la expresión de un largo camino recorrido por diversas asociaciones y organizaciones formadas por adultos mayores, según Oscar Bravo, director de Coalición Senior y vice presidente del Centro Nacional del Voluntariado (CENAVOL).
Cabe reflexionar en cómo se facilita desde el Estado las condiciones para que este ejercicio sea pleno en el contexto del Día Mundial del Voluntariado de las Personas Mayores que busca incidir en políticas públicas, programas y servicios que respondan a sus necesidades. No se trata de un voluntariado para la atención del adulto mayor desde el Estado, sino de la creación de un espacio ciudadano, en el cual el adulto mayor pueda demandar el cumplimiento de derechos invisibilizados en los servicios que se brindan. Para lograrlo, el paso previo es el empoderamiento del adulto mayor.

Justamente para visibilizar la importancia de su rol en la sociedad y de la mano del Día Mundial del Voluntariado de las Personas Mayores, este 15 de junio se celebrará también el Día Mundial de la Toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez propuesto por las Naciones Unidas como un espacio para reflexionar sobre los derechos ejercidos. De esta forma, en el Perú, el CENAVOL hará una ceremonia enlazando a diversas organizaciones de Latinoamérica para sumarse a una genuina expresión sobre los retos pendientes que comprenda que los adultos mayores consigan no sólo expresar su voz, sino que logre visibilizar una hoja de ruta que exprese la atención de sus derechos.
Todos los ciudadanos somos actores de nuestras vidas, pero los adultos mayores cuentan con la experiencia de un camino recorrido que merece ser reconocido y valorado por la sociedad para que no se pierda el aprendizaje acumulado por muchos años. Son hijos de una época que no debería extinguirse sino permanecer en un movimiento solidario que incluya a todos los ciudadanos. La mayor pobreza que deberíamos evitar es dejar en el olvido a los adultos mayores, discriminándolos por su edad y negándoles el bienestar que requieren para su desarrollo humano. Esa es la pobreza que expresamos al negarles una mirada que los convierta en nuestros prójimos, de igual a igual, con las mismas oportunidades que todos nosotros para salir adelante. Recordemos que todos caminamos hacia una nueva longevidad cuyo futuro está en nuestras manos.
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