Elena Postigo Solana y el conservadurismo cristiano te podrían matar
- Piero Gayozzo

- 30 sept
- 6 Min. de lectura
El año 2016 Klaus Schwab, Fundador del Foro Económico Mundial, popularizó la idea de que estábamos ingresando a una Cuarta Revolución Industrial. Se trata de un periodo de la historia en la que avances en biotecnologías y tecnologías de la información modificarían por completo nuestro estilo de vida y organización social. Desde entonces, tecnologías como las criptomonedas, el blockchain o la conectividad 5G fueron haciéndose un espacio en la vida académica y en discusiones de internet. No sería hasta hace unos años que la irrupción de ChatGPT hizo notar a muchas personas que esta revolución tecnológica era real. Estaba sucediendo. Sin embargo, las tecnologías de la información solo cubren un aspecto de las promesas que nos depara el futuro. A pesar de su gran potencial y de que el año 2020 las científicas Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier ganaron el Nobel de Química por sus avances en ingeniería genética, las novedades biotecnológicas han pasado desapercibidos para la gran mayoría. Excepto para el sector conservador y religioso más recalcitrante que ha hecho de esta gran oportunidad para la salud su nueva herramienta del terror.

Se denomina como biotecnologías a aquellas tecnologías que emplean organismos o elementos de los organismos para crear bienes y servicios. Aunque se vienen aplicando indirectamente desde épocas remotas, como en la fermentación de cerveza, en las últimas décadas gracias al avance de la biología molecular se han desarrollado tecnologías prometedoras tanto a nivel industrial como médico. Al día de hoy es posible cultivar tejidos, como la piel que se cultiva en el Hospital del Niño para tratar pacientes con quemaduras, o imprimir tejidos en 3D a partir de células vivas para tratamientos de medicina regenerativa. Sin embargo, lo más revolucionario sería la manipulación y reconfiguración del ADN. La ingeniería genética, cuya principal técnica CRISPR-Cas9 viene siendo mejorada continuamente, podría eclipsar la era de los fármacos como tratamientos efectivos en los próximos años. Se espera que en un futuro las terapias genéticas logren eliminar genes defectuosos antes de que causen alguna enfermedad o simplemente reparen los genes una vez que esta se ha manifestado. Cabe mencionar que actualmente ya existen terapias genéticas en periodo de prueba para diversos males.
Si bien la ingeniería genética podría servir para curar enfermedades, también abre las puertas de la modificación de otras características humanas, la ampliación del tiempo de vida y el mejoramiento de nuestras habilidades. Tendremos la capacidad de alterar por completo el quiénes somos. Es justo esta la razón por la que el sector académico conservador y cristiano se opone furibundamente a los adelantos en biotecnologías. Quizás el más infame caso en habla hispana sea el de la bioeticista española Elena Postigo Solana, directora del Instituto de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria, quien goza de popularidad en España y libra una cruzada contra los proyectos de mejoramiento humano, transhumanismo y evolución dirigida. Ha escrito múltiples artículos y columnas, además de haber dado conferencias rechazando estos proyectos y calificándolos de “reduccionistas” y fantasiosos. Hace unos días en la revista Desde el Sur de la Universidad Científica se publicó una respuesta transhumanista que hice a los argumentos de Elena Postigo, pero igual sigue siendo importante dejar en evidencia por qué sus ideas pueden resultar peligrosas.
Como no podía ser de otra forma, Postigo no duda en apelar al temor y a la prudencia con tal de evitar que la humanidad modifique la “obra de Dios”. Vamos por partes. En una entrevista, Postigo menciona que todavía no se conocen los efectos de las terapias genéticas o de los tratamientos de alargamiento de vida, que el hecho de que algunos de estos avances se hayan aplicado en animales no-humanos no implica que se puedan aplicar en humanos, o que en caso se pudiera alargar el tiempo de vida deberíamos considerar los efectos demográficos. Siempre colocando “peros” a proyectos que mejorarían la vida de millones. Con esos comentarios Postigo ignora que los avances en cualquier tipo de tratamiento atraviesan múltiples fases de experimentación y corroboración de resultados, no solo de consistencia teórica, sino de aplicación en elementos in vitro, fases de aplicación controlada in vivo, hasta finalmente ser masificadas. Ignora que las investigaciones no se realizan entre dos científicos, sino que son redes y grupos de investigadores cada vez más grandes que tampoco son ajenos a avances en otras disciplinas, como la nanotecnología, para mejorar la precisión de sus tratamientos, o en tecnologías de la información, para simular, complementar y buscar nueva data. La ciencia médica es cada vez más segura.
La prudencia que pide Postigo intenta crear temor para retrasar lo más que pueda cualquier vulneración a su fe. Esto nos lleva al siguiente punto: la creencia en lo sobrenatural. Postigo no duda en citar al Papa Juan Pablo II y a filósofos de tradición abiertamente cristiana para sostener que el ser humano es algo más allá de lo físico y que, por esa razón, los proyectos de mejoramiento humano y modificación genética deben ser evitados. De ahí que haya dicho alguna vez: “considero que deberíamos preservar al ser humano y su descendencia, en una suerte de ecología humana, igual que preservamos otras especies o el planeta.” Lo importante para Postigo no es el bienestar de las personas, sino mantener el orden autoevidente en el que cree, el ‘nomos’ cristiano y su doctrina sobre el cuerpo. Según ella, es un reduccionismo terrible el afirmar que estamos compuestos por elementos biológicos (genes, células, tejidos, sistemas), por el contrario, cree que existe una dimensión espiritual y trascendente. Por ello enarbola un rechazo a la visión materialista de la realidad y prefiere mantener a la humanidad con sus taras y limitaciones en una suerte de vitrina perpetua contra el progreso, ignorando que no optar por aplicaciones de mejoramiento humano e ingeniería genética podría costarles la vida a millones de personas.
Como Postigo existen múltiples opositores del avance biotecnológico. Algunos esgrimen argumentos poco convincentes, como el que “no debemos jugar a ser Dios”, mientras que otros apelan a razones seculares, es decir, enfocados en problemas sociales antes que dogmas religiosos. Sin embargo, existe un tercer tipo de críticos que disfrazan sus creencias religiosas con terminología filosófica para darle un cariz de seriedad que saben que no poseen. Este tipo de críticos esconde sus verdaderas intenciones y generan más daño al infundir temor al avance revestido de pseudoacademicismo. Aparte quedan los teóricos de la conspiración que no dejan de creer que existe un plan para “deshumanizar” y controlar a todos, aunque suelen ocupar entornos menos académicos.
En resumen, los académicos cristianos que consideran un grave problema los procedimientos de mejoramiento humano y proyectos de evolución dirigida como el transhumanismo, suelen juzgar los hechos desde lecturas de la realidad poco fundamentadas. Me atrevo a decir que su verdadero interés no radica en el bienestar humano, sino en buscar la manera de compatibilizar los avances tecnológicos con su fe en lo sobrenatural. Al verse sobrepasados por la realidad y por el ritmo de la ciencia, no encuentran otra alternativa que oponerse, levantando trabas intelectuales que obstaculizan el progreso. Saben que el mundo tal como lo desean se les escapa de las manos, y por eso están dispuestos a dar batalla. El problema es que, mientras los conservadores cristianos sigan camuflando sus creencias sobrenaturales y fantasiosas bajo el discurso bioético, se seguirán frenando investigaciones y avances que podrían salvar millones de vidas. Personas como Elena Postigo, al intentar sostener su visión del mundo y movilizar a otros en torno a sus fantasías, contribuyen al retraso de terapias que quizás hubieran salvado a tus propios familiares en unos años. En el fondo, poco les importa la salvación en el aquí y el ahora, porque están convencidos de que tras la muerte existe otra vida. Así se convierten en piezas del gran negocio de las religiones, que monopolizan el miedo humano y prometen lo imposible de comprobar. Pero si logramos extender la vida, ese negocio pierde sentido. Por ello su oposición. Mientras siguen desconectados de la realidad, para nosotros, los que queremos vivir esta vida, la única de la que tenemos razón que exista, las ideas de Postigo resultan peligrosas, pues desde la fantasía cristiana pretenden moldear y frenar la realidad de todos. Y en esa obstinación, están dispuestos a dejarte morir y negarte tratamientos médicos de vanguardia con tal de complacer a un dios inexistente.




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