No, la sociedad no es un mercado
- Piero Gayozzo
- hace 15 horas
- 7 Min. de lectura

En los últimos años han proliferado organizaciones y centros dedicados a promover el liberalismo político entre los jóvenes. Podemos hablar de un verdadero movimiento juvenil que busca contrarrestar el dominio del activismo político izquierdista creando una comunidad que comulgue con el valor de la libertad y apueste por la competencia como los motores de una sociedad más productiva. Sin embargo, al igual que la izquierda, el liberalismo también reproduce una visión ideológica rígida que, en algunas de sus variedades, presenta sus postulados como incuestionables. En particular, el libertarismo —como otras corrientes del liberalismo político— absolutiza la libertad negativa y el mercado, convirtiéndolos casi en dogmas. En un texto anterior se expusieron los límites morales de la libertad negativa que promueven algunas corrientes liberales. Ahora toca criticar otro de los mantras contemporáneos: la sacralización del mercado. En esta columna analizaremos dos de sus principales supuestos:
La sacralización del mercado y de la incertidumbre
El economicismo o reducción de todo lo social a transacciones económicas
Contrario a dicha visión, en este texto se argumentará a favor de que:
El mercado no es un mecanismo ideal de gestión, sino uno circunstancial
No toda relación o dinámica social puede describirse en términos económicos
El mercado no es sagrado
El sistema liberal toma la libertad como su valor nuclear. Es usual que los liberales adopten el sentido de libertad negativa como ideal y alrededor de esta creencia propongan modelos para explicar las relaciones sociales y terminen diseñando políticas públicas o sociotecnologías para asegurar el funcionamiento de la sociedad. La libertad negativa se entiende como la ausencia de impedimentos para lograr una acción. Los liberales creen que toda persona actuará en función de sus intereses y, al menos los libertarios, aseguran que todo individuo tomará decisiones racionales. El que un individuo no tenga restricción en su capacidad de decisión implica que pueda poseer bienes y tener la capacidad de asociarse para crear riqueza y aumentar su patrimonio. Según los liberales existe tanta información involucrada en la producción e intercambio de bienes que no es posible determinar los gustos de la gente, por ello no hay mejor mecanismo para lidiar con este escenario que el mercado.
El mercado es un sistema de procesamiento de información caracterizado por el orden espontáneo (conjunción de voluntades individuales que compiten entre sí). Como se mencionó, la naturaleza de la información que maneja es cuantitativamente tan grande que se considera que nadie puede tenerla en su totalidad, por ello, no queda mejor alternativa que permitir que los agentes involucrados decidan de acuerdo a sus necesidades y se logre la funcionalidad suficiente o equilibrio de mercado sin una acción directa o planificada. En sí, el mercado es un mecanismo de gestión de la incertidumbre. Como no podemos conocer todo, debemos dejar que los procesos involucrados sigan su propio rumbo. Aunque a ciegas, debido a la manera en la que todos competirán para no quedarse sin nada, el mercado nos llevará a algún lugar como destino final. La ventaja con esta perspectiva es que, en efecto, el mercado nos ha llevado a lograr cierta funcionalidad, pero de ello no se sigue que sea inmaculado o que no pueda ser perfectible.
La principal ventaja y, a la vez problema, del mercado es que apela a la gestión de la incertidumbre. Se vuelve una ventaja cuando la incertidumbre no puede reducirse, pero se vuelve un problema cuando se sacraliza este mecanismo y se rechaza la posibilidad de reducir la incertidumbre. Primero, debemos tomar en cuenta que la incertidumbre no es deseable, pues refleja la falta de conocimiento sobre un evento o cosa en concreto. La información o el conocimiento sobre algo es importante porque aumenta las probabilidades de tomar decisiones beneficiosas. De ahí que antes de tomar una decisión debamos reducir lo más que podamos la incertidumbre (imagine tener que tomar una decisión entre dos tratamientos: uno con 60% de éxito y otro con 35% de éxito, justo la información que se tiene sobre su efectividad será la que nos invite a escoger entre una u otra). Sin embargo, la incertidumbre no se podrá eliminar al 100%. Creer que era posible controlar todas las variables del mercado fue el error de los comunistas, por ello su sistema económico colapsó (entre otras razones, como su enfoque pseudocientífico). Pero de ello no se sigue que al día de hoy no podamos computar ni almacenar información relacionada al mercado. Gracias al avance y proliferación de la potencia computacional y otras tecnologías de la información es posible digitalizar, almacenar y procesar la información en una cantidad inmensa de nodos en un tiempo cada vez menor. Con esta información y su articulación se puede reducir la incertidumbre de ciertas dinámicas económicas. Propuestas para la digitalización de políticas económicas existen tanto por parte de defensores del capitalismo como de promotores del socialismo o de alguna forma de planificación económica.
Al margen de las herramientas contemporáneas para reducir la incertidumbre del mercado, la principal crítica que se hace al liberalismo en este texto es la sacralización del mercado. Si el mercado es un mecanismo para lidiar con la incertidumbre, evitar reducir la incertidumbre para mantener una dinámica que no es ideal (es decir, preservar el mercado en sí mismo), solo refleja una promoción indirecta de la incertidumbre, es decir, del desconocimiento. Y esta perspectiva es, a toda vista, inmoral. Principalmente por la relación inversamente proporcional que existe entre bienestar e incertidumbre (si la incertidumbre aumenta, las chances de bienestar disminuyen). En resumen, el libre mercado es un instrumento. No es valioso en sí mismo. Es útil en la medida en que deba organizarse información con altas tasas de incertidumbre; sin embargo, apenas conozcamos más variables que intervienen, lo conveniente sería regular ese aspecto del mercado.
Economicismo
Es justo el error anterior, la sacralización del mercado, lo que ha motivado en ciertos liberales la adopción del economicismo o imperialismo económico. Se denomina como tal a la reducción de los procesos sociales a una dimensión económica o la explicación de estos en términos de oferta-demanda. Ya sea porque se recurre a la descripción de una sociedad en términos mercantiles o porque se reduce toda relación social a intercambios de bienes y servicios y, por tanto, todos los bienes y males sociales son concebidos como meras mercancías. Curiosamente, esta creencia no es exclusiva del liberalismo, sino también del marxismo vulgar. Ambas corrientes de pensamiento ven en todas las dinámicas sociales una fundamentación económica o transaccional.
En vista del éxito del mercado como metodología para explicar dinámicas económicas y, a la vez, como propuesta para organizar espontáneamente dichas dinámicas, existe una razón aparentemente evidente para exportarlo hacia dinámicas sociales que escapan de los límites de lo económico. Es así que surge el economicismo, una actitud que ignora la composición de un sistema social y que fomenta el perjuicio de la incertidumbre, es decir el uso del mercado para explicar u organizar, otros ámbitos fuera del económico.
Por un lado, una sociedad es un supersistema compuesto por una intrincada interacción entre otros 5 subsistemas: el físico-ambiental, el biológico, el económico, el político y el cultural. El primer subsistema refiere a los elementos abióticos y geográficos, el segundo a todos los elementos vivos que alberga el anterior (incluye animales humanos) y los subsiguientes a los elementos económicos, políticos y culturales, respectivamente. Ninguno de estos subsistemas es ajeno a los demás, de ahí que su interacción sea intrincada y dependiente. A pesar de ello, cada uno de los subsistemas anteriores posee sus propias características y dinámicas, sus propios principios rectores y estados finales deseables. Es por esa razón que no podemos recurrir al mercado para explicar y organizar sus dinámicas. Por ejemplo, las enfermedades afectan principalmente el componente biológico de las sociedades. No es posible describir la tasa de crecimiento de un mal en términos de oferta y demanda, ni mucho menos es deseable un equilibrio entre contagios y muertes porque en principio lo deseable resulta la eliminación total de la enfermedad. Tampoco es deseable fomentar la incertidumbre sobre las causas y efectos de una enfermedad sino conocer lo más que podamos de ella para eliminarla por completo y salvar la mayor cantidad de vidas. Algunas teorizaciones economicistas han llevado a crear modelos mercantiles de dinámicas sociales tan alejadas de la economía como el mercado del delito (oferta y demanda delictiva) y el mercado del matrimonio propuestos por Gary S. Becker o el mercado político (oferta y demanda de votos y servicios) elaborado por Anthony Downs (véase Bunge, “Las ciencias sociales en discusión” para más casos al respecto).
La amistad, las relaciones afectivas, la cooperación, las pandemias, el crimen, el voto, la justicia son algunos procesos en los que las variables económicas pueden intervenir, ya que los subsistemas en los que operan no están aislados del subsistema económico, pero intentar emplear el modelo de mercado para explicar sus dinámicas podría alejar a los investigadores de la realidad.
Resulta importante distinguir entre la mercantilización y el economicismo. La mercantilización-de-todo es un enfoque con el que se suele criticar al actual modelo neoliberal. Parte tanto del conservadurismo, que ve en la desacralización y venta del aspecto religioso y espiritual un peligro, de la izquierda, que ve en la explotación laboral y en la interacción económica entre agentes con una asimetría de poder como atentados contra la dignidad, y del nacionalismo, que ve en el uso de la cultura y de la tradición como atractivos económicos formas de transgresión a su herencia. La mercantilización es una crítica al hecho de que todo pueda ser vendido, mientras que el economicismo es una tendencia a explicar un fenómeno a través del modelo de oferta-demanda.
Discutir sobre la mercantilización requeriría su propia columna, pues no son las razones de los conservadores ni de la izquierda ni de los nacionalistas las que deben considerarse. Es un problema más de grado que de fondo, es decir, sobre hasta qué punto se debe permitir la acción mercantil de un servicio cuando afecta el progreso civilizatorio antes que sobre si algún objeto o servicio deba o no venderse; está vinculada al progreso de la sociedad. Sin embargo, tiene cierta relación con el economicismo. La venta y oferta de ciertos bienes y servicios crea nuevos mercados. En ocasiones estos mercados gravitan alrededor de procesos motivados por asuntos netamente biológicos, políticos, ambientales o culturales. Si bien puede haber cierta incidencia de un mercado en un subsistema no económico X, en última instancia el resultado del proceso corresponde en gran medida al subsistema X. Por ejemplo, existe la oferta del servicio de defensa legal privado, pero el resultado de dicho proceso judicial corresponde únicamente al análisis de las pruebas y recursos legales, es decir, al subsistema cultural de la sociedad. El error economicista radicaría en analizar el todo como un fenómeno netamente transaccional o mercantil.
Comentarios finales
El mercado no es una sociotecnología sagrada. Su propia naturaleza, el lidiar con la incertidumbre, la ha posicionado como un instrumento efectivo; sin embargo, es tan solo un atajo útil hasta que el problema de fondo, la incertidumbre, pueda ser reducida o, idealmente, eliminada. Lo siento amigos liberales, el mercado funciona, pero no es excepcional, ni mucho menos un mecanismo que lo explique todo, ni mucho menos que organice todo y que no deba ser supervisado o ajustado con el paso del tiempo. Para evitar este error solo hace falta recordar que la sociedad no es un mercado.
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