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Desarrollo humano es hablar de la muerte

  • Foto del escritor:  Verushka Villavicencio Vinces
    Verushka Villavicencio Vinces
  • 19 sept
  • 3 Min. de lectura

Crónica: Muerte que no destruye lo esencial


Vivimos en una sociedad plagada de incentivos que nos conducen a la desesperanza. Si miramos la TV, escuchamos radio, revisamos el periódico o vemos redes sociales, la noticia que lidera es la que documenta el rosario de violencia en las calles, en el hogar, en el escenario político, donde no se prioriza el bien común, sino los intereses de grupos de poder que dan la espalda al ciudadano que lucha cada día por llevar el pan al hogar.


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Pareciera que estamos siendo cercados y que de pronto no queda espacio para la esperanza frente a la violencia. El tema central es que estamos expuestos sin piedad a las revelaciones noticiosas de actos de corrupción y a medida que pasa el tiempo, vamos endureciendo el corazón y perdiendo la capacidad de maravillarnos por las acciones que construyen ciudadanía desde lo simple. El oficio noticioso también suma a la construcción de ciudadanía, cumple con dignidad su labor de informar y brindar a los ciudadanos las herramientas para decidir en las próximas elecciones, exponiendo la verdad de los hechos. 

Frente a esta labor, el compromiso ciudadano debe llevarnos a tomar acción desde donde nos corresponde. Podemos ayudar a cambiar este desastre decidiendo correctamente a la hora de votar. También podemos ayudar si generamos acciones de voluntariado que sumen a mejorar la calidad de vida de personas que requieren protección porque viven en condiciones de pobreza o pobreza extrema.

Frente a esta situación también podemos hablar de la muerte con naturalidad comprendiendo que no es el final del camino sino el inicio de otra etapa en la cual la libertad no será un precio que pagar sino un regalo para vivir plenos.

La vida de un periodista como la de Jaime Chincha que buscó la verdad durante el ejercicio de su profesión, debería servirnos para tomar de su accionar, el mismo sentido de justicia. Una justicia entendida junto a la comprensión del verdadero sentido de la vida. Ser justos con nosotros mismos, con permitirnos “ser humanos” capaces de ayudar, sostener e impulsar a otros que experimentan limitaciones o condiciones que impiden el ejercicio de sus derechos. Ser justos con nosotros mismos implica también darnos tiempo para estar al lado de nuestra familia y amigos a quienes les restamos tiempo por el trabajo y por una serie de acciones que no implican cultivar afectos y vínculos sanos.

Como miles de personas, el domingo 07 de setiembre frente a la triste noticia de la muerte de Jaime Chincha, lo primero que pensé, no fue qué investigación periodística estaría realizando y que dejó de concretar; sino que pensé en los abrazos que dejó pendientes para sus hijos, familia y amigos. Pensé en las horas de vida que no disfrutará y en las risas al viento que no compartirá. Cada uno de nosotros también tiene una lista de abrazos por dar y un rosario de afectos por brindar. Si aprendemos a ser capaces de hablar de la muerte en razón de aprovechar nuestra vida, estaremos dispuestos a llenar la silla vacía y permitirnos pensar que las cosas van a estar bien. Podremos humanizarnos y darle valor a lo esencial como lo hizo, de alguna forma, Jaime al recurrir a su guitarra para cantar. Escuché por primera vez su voz en modo trova: “No me digas que las cosas van a estar bien”, cantó tocando su guitarra con todas las ganas de su alma. Ahora para ti, en el eterno descanso, todas las cosas van a estar bien. Gracias por todo lo que aprendimos en cada uno de tus programas periodísticos, un gran legado. Descansa en paz Jaime.


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