08/01/2023 - ContraPoder (Diario Expreso)
El febril sueño bolivariano de la Patria Grande, a veces, traspasa la imaginación de los incautos que le dedican su fe y se materializa en acciones y palabras, muchas veces ridículas, pero muy reales, e indignantes para quienes aún creen en la soberanía de los países de América Latina. Eso es lo que hemos visto desde que el expresidente golpista Pedro Castillo, temblando como quien tiene una revelación, anunciara balbuceante la disolución del Congreso y una intervención a todos los organismos del Estado, intento de golpe que se cayó a las pocas horas, dejando en ridículo al “prosor” y a las garrapatas que lo defendían (y aún defienden) contra viento y marea.
Este penoso episodio no tuvo solamente implicancias a nivel nacional, sino que conoció una importante repercusión en países vecinos, gobernados por políticos de izquierda, quienes no dudaron en meter su cuchara y pretender mover los hilos de la democracia peruana. Como bien sabemos, el mandatario que más expresiones y, sobre todo, acciones de apoyo ha tenido a favor de Pedro Castillo, ha sido el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. El izquierdista, haciendo gala de la visión distorsionada de la realidad que muchas veces identifica a los adeptos de esta tendencia, no solamente declaró, a fines de diciembre, que el golpe de Estado lo había cometido “el conservadurismo y los mandamases” del Perú en contra de Castillo, sino que, le brindó asilo político a Lilia Paredes, la esquiva ex primera dama, y a los hijos del derrotado Castillo, quienes ahora veranean en tierras aztecas mientras que el profesor vive la experiencia extra-temporal de la cárcel, dejándose crecer una barba de adolescente, mirando al vacío en sus audiencias judiciales y firmando cartas a la opinión pública escrita por los pocos que aún no saltan del barco. AMLO se ha pronunciado a favor de Castillo en muchas ocasiones, tantas, que en una acertada decisión, el 20 de diciembre del año pasado la canciller peruana Ana Cecilia Gervasi declaró persona no grata al hasta entonces embajador mexicano en Perú, Pablo Monroy, y lo expulsó del país. Adiós.
Es que los izquierdistas creen que Latinoamérica es su chacra, que la tierra que se levantó ante el Reino de España, expulsando a los colonizadores en el siglo XIX, es el legado que les cae del cielo para poder gobernar a sus anchas, en un territorio donde las fronteras son una mera sugerencia. La Patria Grande acecha las mentes de estos señores y les susurra cosas al oído. Pero lo que no saben, es que quien les habla no es la Patria Grande, sino el endemoniado fantasma de Hugo Chávez.
Lo mismo pasó con el presidente colombiano Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19, movimiento responsable de secuestros y tomas como la del Palacio de Justicia colombiano en 1985, hecho que tuvo como saldo más de 100 muertes y desapariciones. El señor se sumó a las voces lloronas que sostienen que Castillo no es más que una víctima de la élite limeña, blanca y pudiente, la cual no toleró que un pobre campesino acceda a la mayor investidura nacional. Asimismo, sostuvo que el expresidente peruano no es corrupto, ya que no existen pruebas. En suma, el mismo discurso que repiten los Castillo-lovers de nuestro país. Vemos, así, como la Patria Grande no es más que un conglomerado de lugares comunes del pensamiento izquierdista, que, más allá de los países donde se encuentren estas mentes brillantes, escupen una y otra vez las mismas ideas básicas que no resisten a ningún cuestionamiento lógico, ni a la realidad. A raíz del despliegue de ignorancia e ideologización -que a estas alturas funcionan como sinónimo- del presidente Petro, el pasado 19 de diciembre la cancillería peruana entregó una nota diplomática a la Embajada colombiana, expresando su “profundo malestar” por estas tristes declaraciones.
Cabe, por lo tanto, saludar las decisiones de la Cancillería, entidad que viene haciendo respetar, con la debida prudencia, la soberanía del Perú. Pero ahí no queda el asunto. Somos los peruanos quienes debemos ponernos de pie en contra de estos entrometidos bolivarianos, y hacerles recordar que su Patria Grande no es un más que añejo delirio zurdo. A trabajar.
Muy buena columna, gracias.