López Aliaga y el nuevo Conservadurismo Woke
- Piero Gayozzo

- 4 sept
- 6 Min. de lectura
Cuando se esgrimían críticas contra Pedro Castillo la izquierda woke rápidamente acusaba a quienes lo hacían de racismo. Lo mismo ocurrió cuando Maricarmen Alva discutió con Isabel Cortez (“Chabelita”) o cuando se cuestionó la presencia de ronderos armados con machetes durante las protestas en Lima que le siguieron a la caída de Castillo. Racismo, clasismo, discriminación y “discurso de odio” era todo lo que repetían para terminar la discusión. Victimizarse para evitar el debate y jalar los reflectores es la típica y constante actitud de la izquierda woke ante problemas. O al menos eso parecía. Esta semana, algo similar ocurrió, pero desde la otra orilla. El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, al mismo estilo del wokismo de izquierda, no dudó en victimizarse por un episodio ocurrido en un programa de televisión hace unos días.

El episodio en cuestión involucró a un participante del programa Yo Soy y al polémico conductor Ricardo Morán. Cuando el participante ingresó al set, Morán le preguntó su nombre, a lo que este respondió “En primer lugar quiero agradecer a Dios”. Ante un comentario que no respondía a la pregunta, Morán repreguntó si es que esa oración era textualmente su nombre. Luego de algunos comentarios el concursante finalmente dio su nombre. No pasó más. Sin embargo, el hecho de que Morán sea ateo y de que en ocasiones anteriores haya compartido las razones de su ateísmo abiertamente, así como el que haya cuestionado la vida al servicio de Dios, ha servido de excusa perfecta para que Rafael López Aliaga y un sector cristiano de la población llegue al disparate de denunciar que la actitud de Morán en el programa fue discriminatoria, intolerante, contraria a la libertad de expresión y, aunque parezca ridículo, que se trató de un discurso de odio.
Este fenómeno no es nuevo. Hace unos meses ocurrió algo similar con la presentación de la obra teatral “María Maricón” en el Centro Cultural de la PUCP. Debido al título blasfemo y al hecho de que un hombre apareciera vestido de la Virgen María en el póster oficial, además de que era auspiciado por un centro de estudios vinculado a la Iglesia Católica, un sector de la sociedad hizo lo posible por evitar su estreno. Llegaron a realizarse vigilias y cadenas de oración frente al Centro Cultural PUCP. En ambos casos, los cristianos acusaron a terceros de ofender la fe de millones de personas y rechazaron cualquier tipo de burla hacia su fe. Es decir, se victimizaron de la forma más burda. A este fenómeno curioso lo podemos llamar conservadurismo woke o conservadurismo postmoderno.
Conservadurismo postmoderno
El conservadurismo postmoderno es el término con el que el politólogo Matthew McManus refiere a la adaptación que ha experimentado el conservadurismo en el siglo XXI. Debido a los constantes y cada vez más rápidos cambios tecnológicos y sociales, a la globalización y a los flujos de capitales que le siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, las instituciones tradicionales se han visto más erosionadas que en otros tiempos. Los valores tradicionales o históricos fueron cuestionados, reemplazados o transformados por colectivos seculares y progresistas organizados que actúan tanto en espacios de internet como mediante movilizaciones ciudadanas. Lo que era considerado sagrado fue mercantilizado o profanado. Estos cambios han generado descontento en grandes masas que no entienden las razones detrás de las reformas y ven perder así su sentido del mundo y con ello privilegios, beneficios y comodidades.
Ante este nuevo escenario, los grupos conservadores que siempre han velado por la identidad y la historia como oposición a la racionalidad y universalismo de los liberales, se han reagrupado para actualizar sus estrategias y defender las verdades tradicionales, la identidad nacional o religiosa y las instituciones históricas. Culpando al liberalismo, a la globalización, a los grupos progresistas y a toda fuerza que amenace su sentido del mundo, en estos tiempos postmodernos, el conservadurismo ha tenido que reorganizarse y adoptar una serie de estrategias propias de su “enemigo”, entre ellos los más representativos son los “wokes”.
El wokismo es un término paraguas aplicable para categorizar a un individuo o movimiento que cumpla con una o todas las siguientes dimensiones: (1) Victimización o énfasis notorio en la descripción de la sociedad en términos de discriminación-opresión; (2) Política identitaria o priorización del discriminado-oprimido por sus rasgos; y (3) Rechazo de la verdad objetiva. Si se presta atención a la acción de la nueva generación de conservadores, notaremos que, sin quererlo, ha dado un giro “woke” y ha recurrido a una narrativa en la que ellos son las víctimas del mundo actual. En vista de que en occidente sus creencias ya no tienen poder político para perseguir a cualquiera que las cuestione, recurren a la victimización, a la sobredimensión de cualquier episodio para hacer presente que están siendo ofendidos. Por eso, promueven políticas identitarias con las cuales salvaguardar su forma de ver el mundo. Agrupaciones de cristianos que se reorganizan para que las enseñanzas bíblicas sobrevivan al mundo contemporáneo y oponerse al colapso de la tradición religiosa. Naturalmente, los conservadores postmodernos rechazan la verdad objetiva, pues no es la evidencia la que manda, sino aquello que mantiene la coherencia del mundo que han creado para ellos mismos.
Mientras que para los wokes de izquierda la verdad es relativa y cada quien tiene su propia forma de ver el mundo, la cual es también inconmensurable (no se puede establecer cuál es más verdadera o más correcta que otra), para los conservadores wokes la verdad trasciende la obra humana y proviene de la revelación divina, de la costumbre o, en el peor de los casos, de la autoridad. Su oposición al wokismo de izquierda radica en la amenaza que configura para su comodidad y no en la búsqueda de una verdad objetiva. Cualquiera sea la variante, los conservadores no se preocupan por cuestionar sus creencias, sino por mantener el orden natural que ellos conciben como auto-evidente y que en última instancia se fundamenta en designios metafísicos. Por ello solo conciben la existencia de dicotomías intuitivas, como las de hombre-mujer, divino-mundano, artificial-natural, entre otros. De ahí su oposición a causas que la razón ha demostrado ser necesarias y que los wokes de izquierda en ocasiones han desnaturalizado (aborto, derechos LGBT, eutanasia, eugenesia, etc.).
Comentarios finales
Lo ocurrido con Morán no ha sido ninguna forma de discriminación. Se trató de un episodio televisivo en el que una persona interrumpió a la otra y nada más. No existe rastro de que se haya cometido alguna forma de “discurso de odio” contra los cristianos, como sugiere López Aliaga. Es probable que lo ocurrido no escale a más que una disputa interna en el canal y uno que otro meme en redes sociales. Sin embargo, la desproporcionada actitud del alcalde debe servir de ejemplo del wokismo de derecha que se está gestando en nuestro país y que podría responder a una estrategia de la red regional conservadora que se ha creado en los últimos años.
En sí, el conservadurismo postmoderno es un grupo de religiosos que ve peligrar su concepción fantástica del mundo y está dispuesto a victimizarse para lograr su cometido. Parte de esta narrativa viene siendo trabajada por una red organizada de conservadores en el continente que traen consigo también un peligro para la sociedad. Entre ellos, intelectuales conservadores como Agustín Laje, sitúan al globalismo como uno de los enemigos principales. Y aunque pueda resultar risible para muchos, hacen un llamado a que las iglesias se conviertan en focos de formación política. En esta estrategia, la victimización intenta servir de catalizador para el despertar del identitarismo cristiano. Lo que podríamos estar viendo es al conservadurismo lanzando una ofensiva contra el mundo contemporáneo. La radicalización que ya era parte de su discurso, hoy da un giro hacia una actitud más woke destinada a incentivar la participación de sus todavía nutridas filas.
Este es el rostro del conservadurismo woke. Victimización e identitarismo cristiano-tradicionalista para oponerse al progreso y al futuro. Esperemos que este episodio pase desapercibido y sirva más bien para que los que no han sido contaminados por los virus mentales del wokismo de izquierda y del cristianismo cuestionen la veracidad de las creencias que se nos han impuesto culturalmente. Con respecto a los conservadores recalcitrantes, prestar atención a sus actividades es importante, pues recuerden que no sería descabellado sugerir que entre tanto pastor y fundamentalista religioso no se esté incubando algún deseo por volver a la época de las hogueras. Lo cual contraría sus propias creencias, pues ¿Acaso en lugar de ofenderse y buscar el conflicto no deberían estar ofreciendo la otra mejía?




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