Hoy voy a alcoholizarme, me dijo un amigo. Y tiene razón, muchos de nosotros vamos a alcoholizarnos con diferentes cosas, algunos de amor; otros de alcohol; y quizá encontremos a uno que otro aún ahogándose en penas con Afrodisiaco de soundtrack. Hoy es 14, pues, el alcohol y los típicos regalos abundan por las calles de Lima; un peluche con un falso “te amo”, unos vizzios acompañados de unas rosas, globos y la clásica cartita oculta entre los obsequios. Hoy, de hecho, es un día muy curioso, porque a pesar de haber caído un lunes laboral, la noche en el sur de Lima, más o menos por Barranco, en las calles que vivió Vargas Llosa, la fiesta se va a dar, el alcohol y los gringos con un mal español estarán presentes. Los corazones rotos también estarán ahí o en el parque del amor, en Miraflores, con esa espectacular vista al mar.
Las historias de amores fugaces o de los que pensamos iban a ser eternos, se van a conocer after party en una de las banquetas con el cielo gris y en ese preciso momento seremos testigos de la cantidad de sentimientos que sacude esta ciudad y creo que esa es una de las cosas más violentas de este día: conocer los fantasmas de un amor cercano. Escuchar los "qué atorrante tu flaca" y empatizar con ese amigo que te contó acerca de una traición. Es triste dejar ir a un amor. Aceptar el hecho de que, aunque vuelva, nada va a ser igual porque la complicidad que compartían en las salidas a comer o en la intimidad, es ahora un fantasma más.
Además, la presión social que te empuja sutilmente a esa dependencia emocional está muy presente. Esos amigos que te preguntan por el novio o novia, por los hijos, el amante, los amiguitos. ¡Por favor! Yo diría que dichosos son aquellos que pasan un San Valentín con una persona que realmente los vuelve idiotas, en el buen sentido de la palabra, y no con alguien que conocieron en los meses de enero-febrero. Dichosos aquellos que tienen un apoyo emocional en su pareja y no esa carga intermitente de "¿Me será infiel?". Dichosos, pues, los que se han enamorado con la madurez de los años y no con la emoción de una noche.
Los que saben sostener una mano y no soltarla en los peores momentos. Dichosos son los que encuentran un lugar en el que quieren quedarse no solo un 14 de febrero, sino también un típico 9 de noviembre sin razón alguna. Sin embargo, cuando pierdes una conexión así y lo único que queda es un leve rastro de un fantasma y tú, como espectador y ya no protagonista, aprendes a recoger las migajas de esa historia para guardarlas en alguna caja con un cartel en letras negras que dice “no abrir”. Creo, por los fantasmas que he visto en mi corta vida, que los más dichosos del mundo son aquellos que saben decir adiós, incluso si aún no estaban listos para decirlo.
Este día es para alcoholizarse, de amor, recuerdos, canciones o fantasmas. Sin presiones por un futuro incierto, ni dolores por un camino recorrido o como dirían los chicos del internet: No me burlo de los que toman por amor, porque de ahí vengo, ni de los que se desesperan por un regalo, porque para ahí voy.
Comments