Fuente : 17/10/2021 - Contrapoder n. 27
Han pasado más de dos meses desde la asunción de Pedro Castillo y seguimos sumidos en el caos y el desgobierno. El presidente de la República no es capaz de asumir su liderazgo político para armar un Gabinete probo y de ancha base, así como tampoco lo es de ejecutar eficientemente las tareas más elementales del Ejecutivo.
Todo esto no debería de sorprendernos: el proyecto de Castillo no fue uno construido para gobernar, sino más bien para sentar una agenda político-ideológica -como siguen pensando que es su rol hasta ahora-. En esa misma línea, el presidente no tiene una idea clara de las prioridades de gobierno, sino de las prioridades de su agenda ideológica: fortalecer su sindicato, crear su partido, cambiar el currículo escolar en función de su pensamiento gremial -muy cuestionado por tener vínculos con Movadef-, convocar una Asamblea Constituyente y colocar a sus allegados en puestos clave del gobierno. Incluso, para un sector del partido Perú Libre todavía presente, apostar por proyectos de estatización de sectores clave de la economía y de control de precios.
Debido a que hacerlo todo de un porrazo ha probado ser políticamente muy costoso y peligroso, el presidente ha optado por construir una fachada a través de la maquinaria caviar para darle cierto aire de legitimidad a su gobierno -la prensa y la academia pueden hacer mucho-, y al mismo tiempo generar cierta calma en los mercados. Sin embargo, si bien este Gabinete puede tener rostros nuevos, sigue teniendo las mismas ideas. La primera ministra ha sostenido que la Asamblea Constituyente no es una prioridad, pero no se ha atrevido a deslindar definitivamente de ella.
Asimismo, comparte plenamente -como buena persona de izquierda- la agenda político-ideológica del gobierno. Desde mi punto de vista, el nuevo Gabinete no refleja ningún cambio sustancial del gobierno ni de su agenda, más allá de la presencia de algunas personas. Su plan sigue en marcha, y lo único que están haciendo en este momento es ganar tiempo, asentarse en el poder y actuar con gradualismo en lugar de con ímpetu revolucionario. Creo que el Congreso de la República no debe dejarse engañar por el maquillaje con el que suelen cubrir las cosas los caviares.
El proyecto político de izquierda radical sigue fuertemente presente en el Gobierno, y no se va a ir pronto. La oposición debe ser muy inteligente para hacer una fiscalización firme, democrática y que busque defender los verdaderos intereses de la mayoría de los ciudadanos, quienes más que seguir la agenda ideológica de un pequeño partido buscan estabilidad, acceso a los mercados y progreso para ellos y sus familias. Esa es la verdadera tarea.
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