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Día del Libro: La Vida que Carga un Libro

  • Foto del escritor: Eduardo Chocano Ravina
    Eduardo Chocano Ravina
  • 23 abr
  • 2 Min. de lectura

Cada 23 de abril se celebra el Día del Libro, como si el mundo quisiera recordar por un instante que aún existen objetos capaces de contener más vida que una ciudad entera. Sin embargo, la fiesta del libro no es solo un homenaje al papel y la tinta. En realidad, es una celebración silenciosa de todos los que alguna vez escribieron, escriben y escribirán. Porque, así como nacen libros, nacen escritores; y del mismo modo, mientras unos publican su primer poema, otros cierran los ojos por última vez sin saber que lo que escribieron sobrevivirá a su nombre.


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Hay algo profundamente humano en la manera en que un libro nos encuentra. No siempre es buscado. A veces se aparece como quien irrumpe en un sueño. Un libro puede llegar cuando uno tiene diecisiete años y todo lo que duele parece eterno. O a los treinta, cuando las preguntas sobre el sentido comienzan a pesar más que el cuerpo. El mismo libro leído dos veces no es el mismo libro. Cambia porque uno cambia.


Por eso, cada libro posee un valor único y personal. Uno puede regalar un ejemplar con la esperanza de compartir una revelación, como fue mi caso que una declaración de amor la hice mediante una nota dentro de un libro de Savater; pero, nadie puede garantizar que esa lectura produzca el mismo temblor. 


Un verso que para ti fue herida abierta, para otro puede ser sólo un adorno literario. El lector y el texto se eligen, se seducen, se enfrentan. En ese cruce ocurre algo sagrado: el libro ya no es solo un libro, sino una puerta, un espejo o una lámpara encendida.


Y es que algunos libros no solo acompañan, definen. Un fragmento leído en la adolescencia puede marcar el rumbo de una vocación. Un ensayo leído en la madrugada puede transformar la forma en que se mira la justicia, el amor o la muerte. Un poema puede salvar. Un diálogo puede despertar una idea dormida durante años. Así, sin estruendo, un libro puede volverse el origen secreto de un proyecto de vida, de una decisión crucial, de una promesa hecha en silencio.


Hoy, en el Día del Libro, recordamos que detrás de cada página hay una voz que no se resigna al olvido. Que hay escritores que nacen todos los días al enfrentarse al abismo de la hoja en blanco, y otros que mueren con la esperanza de haber dicho algo verdadero. Pero mientras haya lectores que lloren, rían o piensen ante un texto, ningún libro muere del todo. Porque leer es, en última instancia, una forma de amar sin tocar. Y en ese amor silencioso, el mundo sigue escribiéndose.


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