Diversas circunstancias de exclusión han dado origen a una respuesta desde los ciudadanos para resolver problemas donde el Estado no llega.

Un ejemplo, fue la crisis que vivió Argentina en el 2002 que llevó a las personas a improvisar, en las comunidades “ollas comunes”, para que los vecinos no murieran de hambre. Fue la solidaridad del vecino con el vecino que compartió su pan lo que salvó las vidas de niños, niñas, adultos mayores, personas con discapacidad, madres gestantes y familias enteras que lo habían perdido todo, incluso la vivienda. Estas familias vivían en los parques, en carpas, sin servicios básicos y vivieron gracias a la solidaridad de sus vecinos y amigos.
Entonces, el voluntariado resulta una expresión de la solidaridad que se coloca en el lugar del sufrimiento humano para contener y dar alivio. Rescata lo mejor de cada voluntario para darlo al sufriente. Su esencia es resolver una condición humana doliente y no se asocia a recibir una recompensa económica. El voluntario asume solidariamente su responsabilidad con su prójimo, llevándole una expresión de su corazón: su afecto.
El afecto que otorga el voluntario no se puede cuantificar porque su valor es inmaterial. Sin embargo, se puede medir el impacto de sus acciones, en el cambio de comportamiento y el alivio que produce en la persona que lo recibe. Tanto el voluntario, como quien recibe la acción, se benefician del programa de voluntariado, porque ambas personas obtienen bienestar y mejoran su salud mental. Esta doble incidencia ennoblece el alma y enaltece a ambas personas. Quien cuida y protege pasa a ser un hermano, un miembro de la familia. Y quien es cuidado, se percibe a si mismo como un sujeto digno de ser amado y respetado.
Una característica de las personas que requieren protección, es rehuir la mirada. Esta situación se produce porque dentro de si mismos, su autoconcepto es negativo. Sienten que no son dignos de ser amados y que su presencia en este mundo no tiene valía. No se dan cuenta, que su valor, radica en el hecho de ser “seres humanos”. Por eso, es tan importante el contacto físico; la conexión de la mirada; tomar la mano; dar un abrazo; brindar una sonrisa, entre otras expresiones de afecto y cariño. Todas estas acciones suman a la practica de un voluntariado humano, que no sirva sólo para la foto del Facebook publicada en redes sociales.
En todo el mundo funcionan diversos tipos de voluntariado que nacieron desde demandas ciudadanas, pero también en las empresas existen programas de voluntariado.
El reto de las empresas con sus programas de voluntariado yace en la creación de proyectos que brinden soluciones en el corto, mediano y largo plazo enfocadas en el problema social por resolver. Nos centramos en problemas sociales, no en problemas vinculados a la gestión interna de una organización o al medio ambiente, porque considerados que son problemáticas que pueden ser resueltas desde el accionar del Estado o la empresa privada con asignación presupuestal.
Los programas de voluntariado deben tener un componente de solidaridad en su accionar para no distorsionar su operación. Y en efecto, así como va el mundo, es muy probable que más temprano que tarde se genere una sinergia internacional potente que integre a diversos movimientos de voluntarios a nivel global con el fin de convertir la “esperanza” en una bandera universal.
Hoy 14 de febrero día del amor y la amistad, celebremos todos los voluntarios por nuestra capacidad de dar amor y afecto a quienes más lo necesitan. ¡Feliz día!
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