Atravesamos una verdadera polarización política a nivel mundial. Ya sea que se rotule como izquierdistas a los globalistas, comunistas o progresistas, y como derechistas a los nacionalistas, liberales/libertarios y conservadores, la dicotomía existe y enfrenta grandes masas humanas en diferentes países del mundo. Estados Unidos ve en su sistema bipartidista uno de los mayores ejemplos de esta polarización. En Europa, el surgimiento de movimientos nacional populistas, neonazis y postfascistas deja en claro que el viejo continente aún tiene problemas por resolver. En Sudamérica la existencia de gobiernos de izquierda con exguerrilleros como autoridades, países con pasados coloniales que al día de hoy atraviesan olas de identitarismos de izquierda de algún tipo (LGBT, feminismo, postcolonialismo, por etnias, por sentimientos regionales), además de la terrible influencia del wokismo y posmodernismo anglosajón, han generado una respuesta conservadora, tradicionalista, militarista y patriota. En todo este caos y pugna entre fanáticos surge la pregunta: ¿es posible hablar de un centro político?
La idea de que podría existir un centro político parte de la adopción de la dicotomía derecha e izquierda como referente y de la posibilidad de crear una opinión media entre ambos extremos. Por la derecha se ubican los amantes de la libertad, defensores del capitalismo económico y el conservadurismo nacionalista, entre otros, mientras que a la izquierda se ubican los luchadores populares que buscan la igualdad, la justicia social y formas económicas socialistas en las que el Estado tome acción en el mercado y subvencione la mayor cantidad de servicios posibles. El centro surge como un intento por no caer en los extremos románticos de estas dos tendencias, por mantenerse coherentes y comprometidos con la sociedad antes que con idealismos. Para darle mayor sentido a esta alternativa, debemos reconocer que tanto la izquierda como la derecha, definidos grosso modo, son idealismos que siguen recetas y doctrinas. Si una norma de sus recetas se quiebra, inmediatamente se denuncia la traición de quienes la transgredieron y se les rechaza.
Tradicionalmente se han denominado como centristas a grupos sin ideología clara, comodines políticos, los llamados tibios, mesurados y los indefinidos, algunos ejemplos peruanos son el Partido Morado y Lo Justo. Ambos movimientos buscan un supuesto centro abrazando el republicanismo y situando la justicia como el máximo ideal, respectivamente. Pero, ¿es esto realmente el centro? ¿Puede el republicanismo modernista y el ideal de justicia crear un verdadero centro? Considero que no. El primero es un primo hermano del liberalismo y a lo más sería una suerte de centro-derecha. El segundo toma el mismo ideal que moviliza a los socialismos, por lo que podría ser una suerte de centro-izquierda. Para ser una corriente original el centro debe tener principios claros y propios.
Un verdadero centro es cientificista y tecnocrático
El centro debe ser cientificista. Una tendencia centrista tendría que partir de un enfoque científico y, por lo tanto, construirse sobre tesis filosóficas científicas. La ciencia como actividad humana no solo es un conjunto de conocimiento y procedimientos (métodos) o un grupo de humanos que lo obtienen y ejercen (científicos), sino que es también una forma de pensar, una forma de procesar la información y, por lo tanto, también posee una filosofía intrínseca.
La ciencia y su filosofía deben ser los pilares del centro político. Como tendencia debe distanciarse de toda forma de pensamiento mágico, conspirativo o no científico. Un verdadero centro no puede incluir tesis sobrenaturales, como alguna religión, o apoyar pseudociencias, como el marxismo y la astrología. De ahí que no pueda incluir la ingenuidad libertaria del libre albedrío, porque creer en ella supone descartar la causalidad y el determinismo a favor de una creencia que se basa en lo desconocido y rechaza el funcionamiento de la realidad. Tampoco puede aceptar las tesis marxistas de oposición de contrarios y supuestas leyes históricas. La realidad es más compleja que una simple lectura dicotómica.
¿Por qué la ciencia y su filosofía inspirarían una alternativa a las doctrinas políticas? Porque la ciencia es la empresa humana o campo cognitivo que, por definición, busca la verdad antes que la comodidad y su objetivo es entender cómo funciona la realidad, así esto genere conflicto con lo que se conocía hasta el momento. Por la razón anterior la ciencia es capaz de reescribirse sin ningún tipo de presión social ni posee dogmas que salvar, es decir, apuesta por la mejora continua de su contenido teórico a la luz de la evidencia empírica. A diferencia de otros sistemas de creencias que solo cambian sus ideas nucleares o valores con el paso del tiempo y por presión social (por ejemplo, el cristianismo que en algunas versiones acepta la evolución o los socialistas que han abandonado la revolución y optan por la vía democrática porque la primera siempre ha devenido en masacres o en grupos terroristas, no porque hayan dejado de creer en la toma de las armas), la ciencia se renueva para convertirse en la interpretación y lectura más fidedigna de la realidad.
Por la razón anterior el centro político no podría aceptar el tradicionalismo ni el conservadurismo, pues su tendencia es hacia la mejora de la sociedad, en aras del aumento de su funcionamiento siempre con la preocupación por lograrlo gastando menos recursos y obteniendo mayores beneficios por el mayor tiempo posible. Por esta razón no puede aceptar el estancamiento o la conservación de tradiciones solo por comodidad, como lo plantean los conservadores. Ni por utilidad ni por comodidad. Muchos menos por tradición o irracionalidad. La ciencia nos permitirá conocer con mayor detalle un fenómeno y así podremos plantear siempre mejores soluciones para los problemas relacionados a dichos fenómenos. No hay razón para preferir un celular más antiguo que otro, si no es por motivos de fuerza mayor. En principio, el centro cientificista o ilustrado debe apuntar a lograr las aspiraciones gloriosas del ser humano. Se trata de progresar verdaderamente. Sobre este punto hay que tener cuidado, pues gracias a la acción irracional de muchos colectivos se ha distorsionado la idea del progreso y el con él la noción de progresismo, sirviendo de objeto de burla y de crítica de otros sectores igual de irracionales y oscurantistas (conservadurismo, fundamentalismo religioso, etc.). El centro político debe abrazar la racionalidad y evitar la irracionalidad en todas sus formas.
El centro político es progresista, mas no progre. Lo progre es la falsa noción de progreso vendida por la izquierda woke, postmoderna y caviar. Es la ilusa creencia de que el mundo debe ser un lugar seguro para todos y para todas las sensibilidades. Para aceptar esa idea los progres renuncian a los principios de la objetividad y abrazan el relativismo, renuncian a la praxis científica y adoptan mecanismos de protección para cualquier idea, así esta no se sostenga o sea perjudicial para la sociedad. Lo que le importa a los falsos progresistas o progres es no herir susceptibilidades, quieren evitar relatos objetivos y así creen que podrán salvar al mundo entero de la opresión y de la violencia. Esta creencia es la que ha impulsado políticas de inmigración e inclusión irresponsables en Europa y ha desembocado en un momento de tensión cultural en dicho continente. Paradójicamente, lo progre o falso progresismo ha causado la aparición y rearticulación de los movimientos identitarios y conservadores de los que se supone que quería proteger al mundo y muchos de estos auspiciados por sus propias ideas, como los nacionalismos o identitarismos andinos, islámicos o religiosos. El problema con lo progre es que no quiere aceptar que existen formas más útiles de pensar y de interpretar la realidad que otras. Están traumatizados con las acciones violentas de siglos pasados y prefieren aceptar cualquier error de pensamiento antes que siquiera cuestionar su veracidad. Otra contradicción de este movimiento es que por un lado fomenta la educación, un proceso para capacitar a las personas, pero, por otro, quiere que se haga incluyendo también formas alternativas de saberes (saberes ancestrales, negros, andinos, chamánicos, etc.). Un verdadero centro no es progre, sino progresista, por lo tanto, es cientificista. Sabe y cree que existe conocimiento objetivo, que a través de la ciencia se puede avanzar en el descubrimiento de los misterios del universo y que existen culturas mejores que otras.
¿Por qué es importante la visión científica? Porque permitirá adoptar un enfoque tecnocrático. Aplicar tecnologías para resolver los problemas sociales es la forma de garantizar que se aplicará el conocimiento que tenemos sobre un fenómeno para manipular las causas de dicho fenómeno y volcarlas a nuestro favor. ¿No es acaso más factible curar una enfermedad si conocemos cómo es que dicha enfermedad afecta al organismo? ¿Si conocemos qué causa aquella enfermedad? ¿Si conocemos la bioquímica del patógeno? Esta forma de pensar es tecnocrática. Conocer la realidad para luego modificarla a nuestro favor. Modificarla mediante el uso de tecnologías. Hoy en día podemos aplicar tecnologías de vanguardia para reducir la corrupción, educar a la población y, en un futuro cercano, podremos evitar el envejecimiento y aumentar nuestra salud e inteligencia con procedimientos biotecnológicos (transhumanismo). Sobre la economía el centro político deberá adoptar las herramientas y enfoques más avanzados y técnicos para saber cuándo optar y hasta qué punto incentivar las formas más irrestrictas de acción económica, la dirección y planificación, como en China, así como la integración Estado-privado como en Singapur. No se trata de recetas mágicas o doctrinas, sino de modificar la realidad a partir de información científica y esto aplica a la economía. Por otro lado, cada día conocemos más sobre el cuerpo humano, por lo que pronto la medicina dejará de ser solo curativa para ser también preventiva. Gracias al enfoque cientificista vemos al ser humano como una máquina compleja que puede ser ajustada y debe ser mejorada. La sociedad no es más que una compleja maquinaria con individuos que poseen diversos intereses y gustos. Un centro político debería apuntar a conocer esta realidad y modificarla tecnológicamente para el bienestar de todos. ¿No es acaso lo que ya hacemos al promover la salud y educación públicas?
En resumen, ¿es posible hablar de un centro político? Claro que lo es. Es posible hablar de un enfoque político que es de centro porque no recae en las ilusiones o doctrinas ni de la derecha, anclada en la libertad irrestricta, dios o tradiciones, ni de la izquierda, pasmada en la corrección política, el igualitarismo y la lucha de clases, sino que intenta conocer la realidad a través de la ciencia, adopta el cientificismo como forma de ver el mundo, y propone el uso de tecnologías para modificar la realidad y resolver problemas, es decir, es tecnocrática. Por estas razones un verdadero centro es ilustrado, sigue los principios de la Ilustración francesa radical. No debe olvidarse que, antes que buscar sueños vanos como la libertad o igualdad absolutas, el centro ilustrado debe enfocarse en la maximización del rendimiento de la sociedad (efectividad y eficiencia), la cual se traducirá en mayor bienestar para todos. Efectividad y eficiencia son sus valores nucleares, la libertad y la justicia serán consecuencia del cientificismo y de la tecnocracia, mas no serán fines en sí mismos. ¿Cuál es la meta del centro político? La consecución de las aspiraciones gloriosas y futuras del ser humano (largoplacismo), es decir, que todos tomemos conciencia de que de la mano de la ciencia y de la razón podremos enfrentar a los verdaderos problemas que hemos considerado por mucho tiempo como imposibles de resolver: el envejecimiento, la muerte, las amenazas naturales y la exploración espacial. Gracias a la ciencia en un futuro próximo podremos lograr esto y más. Ya basta de cuentos de hadas y polarizaciones. El centro político es posible y es cientificista. Solo hace falta materializarlo.
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