¿Quién dotó de impunidad moral a las creencias religiosas?
- Diego Rossel
- 12 sept
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Desde una perspectiva descomprometida, existe una palabra en inglés que puede describir adecuadamente la repercusión social a raíz de los comentarios de Morán en el programa de televisión “Yo Soy”: overreation. Esta expresión hace referencia a una reacción exagerada frente a un hecho o fenómeno, una correspondencia desproporcionada entre el acto y el efecto. Las reacciones de este tipo son usuales en grupos sociales en donde una conducta o un hecho viola preceptos morales fuertemente establecidos. El ámbito religioso es el ejemplo más clásico. Allí, la respuesta varía en función al fundamentalismo dogmático que caracteriza a la sociedad. Así, en países islámicos, por ejemplo, el hablar en contra de Allah puede tener repercusiones legales extremas, mientras que en países como Perú se limita a fuertes repercusiones sociales. Pero, en ambos casos hay un rechazo contundente hacia el cuestionamiento de las creencias religiosas que no solo alcanza al sector “cucufato” de la población, sino que, incluso, es ampliamente aceptada por el público agnóstico, ateo, y por organizaciones que se presentan como laicas.

La concepción de que las creencias religiosas no son criticables y que deben gozar de un respeto especial no es nueva. Dawkins es uno de los pocos que denuncia esta idea incongruente. No solo nos limitamos a no hablar sobre religión durante una comida en la mesa, sino que las instituciones sociales tienen un exagerado respeto por este tipo de creencias al punto de evitar pronunciarse al respecto cuando la situación lo requiere e incluso llegar a defender su impunidad. Lo curioso es que se presenta un contraste evidente cuando se trata de creencias de otro tipo. Por ejemplo, es ampliamente aceptado y promovido el debate de posturas políticas, o sobre qué equipo de futbol es el mejor. Se puede discutir sobre ideologías éticas, o sobre la estética de algo abiertamente, pero parece haber un recelo cuando se pretende analizar críticamente a la religión de alguien. Es cierto que nos es más sencillo juzgar a un extremista islámico que a un cristiano, pero es justo esta misma razón la que nos acerca a una de sus tantas explicaciones.
Toda idea debe ser analizada y juzgada bajo estructuras lógicas y racionales. Las creencias institucionalizadas, al presentarse como un grupo de ideas sistemáticas cuyo valor de verdad es atribuido por sus defensores, tienen la posibilidad de ser cuestionadas a través del análisis crítico de sus postulados. Cuando una ideología se presenta como incuestionable a nivel social, obedece principalmente a una normativa de impunidad que algún grupo de poder le ha otorgado. Esto es evidentemente uno de los orígenes de este rechazo social al cuestionamiento religioso en nuestro país, un origen vinculado al cristianismo inquisitivo de la edad media y a una nación que se funda bajo los estamentos de esta misma religión. Pero no es la única explicación.
El fenómeno parece involucrar un ámbito psicológico que refuerza su permanencia en los individuos que lo manifiestan. En otras palabras, la crítica a la creencia religiosa es cuestionada porque se vulnera un cimiento psicológico establecido que configura la visión mundo y el sentido de la vida del individuo religioso. Esto puede ser tomado como un acto de violencia psicológica por algunos, y debido a sus repercusiones, se promueve una tolerancia de carácter indulgente.
El aceptar las implicancias psicológicas de la crítica a las creencias religiosas de las personas que expongo en este último punto, no justifica realmente su impunidad. La perspectiva liberal acentúa la concepción de la libertad negativa como la ausencia de restricciones y el accionar sin interferencias de los individuos. Sin embargo, se puede cuestionar hasta qué punto un individuo religioso es realmente libre cuando sus acciones y su forma de pensar están determinadas por una estructura dogmática que opera como una ficción normativa. Esta tensión nos lleva a las concepciones de libertad positiva, centradas en la autonomía y la capacidad del sujeto para actuar conforme a una voluntad racional y autorreflexiva. En este texto no pretendo centrarme en porqué el pensamiento mágico, el dogmatismo, la fe ciega y otras características de la religiosidad están completamente equivocadas, ni mucho menos argumentar sobre los errores fundamentales del teísmo. En su defecto, mi objetivo no es solo argumentar a favor de la libertad de crítica de cualquier tipo de creencia, sino abogar por el deber moral de una fiscalización rigurosa basada en la razón y la evidencia de las creencias pseudocientíficas y mágico-religiosas. La protección de la susceptibilidad religiosa no debe presentarse como razón suficiente para inhibir la criticar racional a las doctrinas religiosas. Esta visión proteccionista no solo obstaculiza el ejercicio del pensamiento crítico, sino que infantiliza el discurso público y promueve una convivencia armónica con la ignorancia. Al inmunizar de la crítica racional a determinados sistemas de creencias, se privilegia la comodidad emocional sobre la búsqueda honesta de la verdad, debilitando los principios mismos del debate libre.
Estos tipos de creencias parten de presupuestos epistemológicos altamente cuestionables. Se estructuran a través de sesgos cognitivos y falacias lógicas, no se sigue ninguna metodología para la obtención de datos, parten de presupuestos metafísicos difícilmente sostenibles, pero lo más importante es que se sustentan únicamente en una tradición cultural histórica que aprovecha la necesidad de aferrarse a una fuerza superior, buscar sentido a la vida y evitar el miedo a la no existencia. Estas características hacen que el análisis crítico de las creencias religiosa sea necesario; de lo contrario, no solo perpetuamos una cosmovisión posiblemente errada en el individuo, lo que finalmente atenta contra su verdadera libertad, sino que nos arriesgamos al estancamiento intelectual como especie bajo la proliferación de este tipo de ficciones. Las creencias religiosas no solo pueden, sino deben estar sometidas al pensamiento crítico colectivo.




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