Durante la pandemia, Argentina experimentó un incremento en el consumo de las drogas. En estos dos últimos años, niños de 10 ó 11 años iniciaron este consumo en las villas, zonas en pobreza y pobreza extrema a las cuales no accede la policía.
Conocí la Villa 21 en el 2012 e ingresé a uno de esos hogares siendo testigo de la ardua labor que desarrollan laicos comprometidos y sacerdotes que enfrentan a las mafias que venden armas y drogas en su interior.
Lejos de amedrentarse, a lo largo de los años han crecido. Hoy, María Elena Acosta, referente de la Familia Grande del Hogar de Cristo que actúa en las villas a nivel nacional, comparte la metodología de trabajo. “Nosotros tenemos la Iglesia de salida y buscamos a los chicos en situación de calle, con un plato caliente, con esa cara amigable, les invitamos a entrar a los hogares de acompañamiento”, comenta en EWTN.
Desarrollan la estrategia de prevención contra el consumo de drogas usando tres espacios que abordan la promoción de la salud: los clubes que son espacios de acogida y esparcimiento; el colegio y la capilla. Cada uno de estos espacios contrarrestan, lo que denominan, los espacios de la muerte: la calle, la cárcel y el cementerio. Es decir, la implementación de estos espacios, se convierte en factores protectores de la salud y el bienestar. En cada uno de ellos, se coloca a la persona humana al centro, sin promover el asistencialismo, sino en una genuina búsqueda de su desarrollo humano en su dimensión física, psíquica, social y espiritual.
El mejor ejemplo de los resultados de esta labor encomendada a la oración, es la incorporación de adictos y personas que salieron de la cárcel, en la tarea diaria de buscar a los niños en la calle. Su testimonio de fe y de resiliencia convence y rescata. No es invasivo, sino paciente y acogedor en medio de las circunstancias.
A la fecha son 20 mil personas que han sido rescatadas de las drogas desde hace 16 años, según las cifras referidas por Acosta. Uno de los referentes de este trabajo es el padre José María di Paola, conocido como el padre “Pepe”, quien -en su momento frente a las amenazas de muerte, recibió el respaldo de monseñor Bergoglio antes de ser nombrado Papa-, dice: “Sólo le pusimos el corazón, que es lo que nos pidió el Papa Francisco y fuimos creciendo no sólo en número de hogares sino en el corazón de nuestros hermanos para solucionar sus problemas. Creemos en la comunidad organizada y cuando los chicos la encuentran se hacen parte de ella y salen adelante”.
Pero esta misión de fe comprende también como eje central, la peregrinación por todas las villas de la Virgen de Luján, llevada en andas, cargada por personas que recuperaron el sentido de la vida y su dignidad a través de la oración y de una iglesia que se hace uno con su dolor. Cada año se suma más gente a la peregrinación, el año pasado fue mayor el número de jóvenes. Cantantes como León Gieco y Palito Ortega respaldaron con su arte la vida y la fe.
El Papa Francisco, en su andar por estas villas como sacerdote, es recordado con afecto y gratitud, sobre todo, por su ejemplo al devolver una respuesta de amor al más necesitado sin ceder a la presión de las amenazas de muerte por parte de las mafias de la zona. A los sacerdotes que realizan este caminar se les conoce como “villeros” porque su tarea es acercar la fe al corazón humano.
El reto ahora es el acompañamiento a las mujeres pobres con niños en un contexto que demanda servicios y oportunidades para el desarrollo de sus capacidades y habilidades.
En nuestro país, según cifras de CEDRO al 2022, se incrementó en 15% el consumo de drogas. La Política Nacional contra las Drogas al 2030 comprende como objetivo prioritario “reducir el consumo de drogas en poblaciones en situación de vulnerabilidad”, entonces sería clave que el Estado informe cuáles son los avances en la implementación.
Por ahora tenemos ejemplos de los resultados que se obtienen con una comunidad organizada en torno a la fe y el bienestar con medidas de promoción de la salud para todos.
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