La democracia no es un accesorio que los políticos puedan usar según les convenga. Es un principio fundamental que, si se relativiza, pone en riesgo la libertad de todos. La llegada al Perú de Edmundo González Urrutia, presidente legítimo de Venezuela, es una oportunidad para medir de qué lado están realmente nuestros políticos y partidos: del lado de la democracia o del lado de los dictadores. ¡Y no debemos olvidarlo cuando llegue el momento de decidir en las urnas!

Hasta ahora estamos en el lado correcto de la historia. El Gobierno peruano ha reconocido oficialmente a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Este reconocimiento se formalizó tras una reunión virtual entre Boluarte y González, donde se destacó la solidaridad del Perú con la lucha del pueblo venezolano. Además, el Ministerio de Relaciones Exteriores rechazó enérgicamente la orden de aprehensión emitida por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela contra González y reafirmó su respaldo al líder opositor.
Hoy, Edmundo González ha sido condecorado con la Orden del Sol en el grado de Gran Cruz, en una ceremonia en Palacio de Gobierno encabezada por Dina Boluarte. Mientras tanto, dentro de nuestro país, hay políticos que prefieren mirar hacia otro lado.
En el ámbito político peruano, todavía hay quienes aprueban e incluso romantizan la dictadura de Nicolás Maduro. Vladimir Cerrón y congresistas de Perú Libre, por ejemplo, no han ocultado nunca su admiración por el régimen chavista. Para ellos, Maduro y su modelo son un "ejemplo" a seguir, aunque las evidencias demuestren lo contrario. ¿Cómo puede alguien defender un sistema que ha destruido la economía, fracturado familias y provocado la mayor crisis migratoria de la región? Cerrón no solo lo defiende, sino que abiertamente busca replicarlo en el Perú. Lo trágico es que aún hay quienes lo apoyan.
Verónika Mendoza, la supuesta defensora de la libertad y la igualdad de derechos, ha sido ambigua y evasiva cuando se le ha pedido una condena clara al régimen de Maduro. En diversas entrevistas ha evitado tomar una posición firme, y hoy en día su silencio la convierte en cómplice de la opresión venezolana.
Y luego está el Partido Morado y su líder tácito, Francisco Sagasti, quienes han mantenido un silencio inexplicable frente a esta coyuntura. Un silencio que contrasta con la vehemencia con la que sus miembros denunciaron lo que consideraron un golpe de Estado durante la presidencia de Manuel Merino. Si entonces alzaron la voz en defensa de la democracia, ¿por qué ahora permanecen callados ante la dictadura en Venezuela? La coherencia no debería ser opcional.
Pero no solo los "moderados" han sido cómplices. Los más radicales del país, como Perú Libre y hasta el Frepap, tampoco han emitido una sola palabra. Frepap, que busca participar en las próximas elecciones con el asesino Antauro Humala como rostro presidenciable, debería explicar por qué, pese a su discurso de valores y justicia, se mantiene indiferente ante un régimen criminal como el de Maduro.
Este silencio es aún más descarado cuando vemos congresistas que en las últimas semanas han ocupado espacios en medios de comunicación para hablar de cualquier cosa, desde el clima hasta sus proyectos menores, pero que no se atreven a poner sobre la mesa el tema de la dictadura venezolana. ¿Por qué ese miedo a incomodar? La respuesta es simple: porque no quieren perder votos de la extrema izquierda.
Y no podemos olvidar a ese grupo de congresistas radicales que, lejos de callar, usan sus redes sociales para justificar políticas autoritarias similares a las de Maduro. Desde publicar mensajes ambiguos hasta atacar a los líderes democráticos venezolanos, estas acciones son una muestra más de cómo el autoritarismo encuentra eco en sectores de nuestra política.

En el Perú, sabemos lo que significa estar al borde de la dictadura. Pedro Castillo intentó dar un golpe de Estado, cerrar el Congreso y gobernar por decreto. Tuvimos suerte de que nuestras instituciones resistieran, pero no podemos olvidar que lo que vivimos aquí es la realidad diaria de millones de venezolanos bajo el régimen de Maduro.
No se trata de ser de izquierda, derecha o centro. Se trata de respetar la democracia y rechazar el autoritarismo en todas sus formas. Los políticos que callan, justifican o directamente apoyan a Maduro están traicionando no solo a los venezolanos, sino también a los peruanos que han luchado por mantener nuestra democracia intacta.
En las próximas elecciones, debemos recordar quiénes alzaron la voz en defensa de la democracia y quiénes prefirieron mirar para otro lado. Apoyar a los cómplices del autoritarismo es un acto de irresponsabilidad que puede costarnos caro en el futuro.
No podemos permitir que las dictaduras se normalicen. La democracia no se negocia, no se relativiza y no se abandona por conveniencia. Si hoy miramos hacia otro lado, mañana podríamos ser nosotros los que vivamos bajo un régimen dictatorial.
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