07.11.21 - Redacción Perú
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Por: Doris Balvín[1]
Estado actual de la situación ambiental global y los responsables.
Hablar sobre la situación ambiental global, en el marco del Encuentro mundial abierto del nuevo humanismo, denominado “El ser humano como valor central” nos lleva a reflexionar sobre los desafíos que enfrentamos hoy como especie humana justamente cuando en paralelo se viene realizando la 26va Conferencia de las Partes sobre cambio climático que se viene desarrollando en el Glasgow. Quiero en este sentido iniciar mi exposición recogiendo las palabras del discurso inaugural de la Secretaria Ejecutiva de las Naciones Unidas, Patricia Espinoza, porque coloca dos elementos que me parecen sustanciales para enmarcar esta mesa: la relación emergencia climática y el ser humano. “La devastadora pérdida de vidas y medios de subsistencia de este año debido a eventos climáticos extremos aclara la importancia de convocar la COP26 a pesar de que los impactos de la pandemia aún se sienten. Estamos en camino de un aumento de la temperatura global de 2,7°C, mientras que deberíamos encaminarnos hacia la meta de 1,5°C. Claramente, estamos en una emergencia climática…”. Es claro que tenemos dos opciones: o damos una respuesta orientada en una dirección evolutiva, es decir colocamos la evolución de la vida y en particular al ser humano como el valor central en la sociedad, o damos una respuesta opuesta a la evolución manteniendo la dirección automática que llevamos, permitiendo que la temperatura global alcance los 2,7°C y entrando en el denominado punto de no retorno aquel que los científicos denominan el colapso climático. Nos encontramos en una encrucijada, estamos enfrentando una crisis climática y ecológica de carácter existencial y de nivel planetario. La vida como la conocemos está en riesgo y en particular la especie humana. Las evidencias del último informe basado en la ciencia del Panel Intergubernamental frente al Cambio Climático son contundentes, muestran que existen pruebas irrefutables de que el calentamiento global tiene causa humana; que en cualquiera de los escenarios analizados, enfrentaremos cambios que ya son irreversibles aun cuando se logre bajar a cero grados centígrados el incremento de emisiones de gases efecto invernadero; y que muchos de estos cambios serán irreversibles durante siglos o milenios, especialmente los cambios en los océanos, en las capas de hielo, y el nivel del mar.
¿Cuál es la raíz del problema que enfrentamos?
Sería conveniente aclararnos que solo decir que el cambio climático tiene causa humana es insuficiente pues si analizamos las cosas, la raíz del problema está un sistema de organización social que coloca al dinero como valor central en la sociedad, un sistema que cosifica al ser humano y que pone en grave riesgo al ecosistema terrestre que lo sustenta, es decir la evolución de la vida. Una innovadora investigación realizada por el Carbon Majors Proyect, el 2017, concluye que el 71% de las emisiones de gases de efecto invernadero desde el año 1988 es responsabilidad de 100 productores de combustibles fósiles, como ExxonMobil, Shell, BHP Billiton, entre otros. El informe también indica que la mitad de las emisiones pueden atribuirse a tan sólo 25 productores empresariales y estatales.[2] ¿Cómo es que esta situación continúa a pesar de las advertencias que viene haciendo la ciencia a través del IPCC desde el año 1988? Es una pregunta que daría para otro debate.
¿Cuáles son los alcances del Informe del IPCC?
Los científicos señalan que necesitamos reducir a cero las emisiones netas de CO2 para estabilizar el clima y mantener la temperatura del planeta por debajo del umbral crítico de 1,5°C de calentamiento; y que aún si se logra implementar el mejor escenario los gases efecto invernadero seguirán incrementándose hasta 2050. Advierten que el cambio climático ya afecta a todas las regiones del planeta y que sus efectos se seguirán incrementando, pero ¿Cuáles son estos efectos?
Habrá crecientes olas de calor, temporadas cálidas más largas y temporadas frías más cortas.
De llegarse a 2°C de calentamiento global, los extremos de calor alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud humana.
Los cambios en el ciclo del agua seguirán trayendo lluvias cada vez más intensas e inundaciones asociadas, así como sequías severas en muchas regiones.
La variación en los patrones de lluvia, aumentará las precipitaciones en las regiones altas, mientras se prevé su disminución en gran parte de los subtrópicos; y se producirán cambios en las precipitaciones en los climas monzónicos[3].
El aumento del nivel del mar a lo largo del siglo XXI, contribuirá a inundaciones costeras más frecuentes y graves, a la erosión costera, y a la recurrencia de los eventos extremos del nivel del mar.
Un mayor calentamiento amplificará el deshielo del permafrost y la pérdida de la capa de nieve estacional, el derretimiento de los glaciares y de las capas de hielo; y a la pérdida del hielo marino del Ártico en verano.
Las olas de calor marinas cada vez más frecuentes, la acidificación del océano y la reducción de los niveles de oxígeno ya afectan tanto a los ecosistemas oceánicos como a las personas que dependen de ellos, y continuarán durante al menos el resto de este siglo.
En las ciudades, los efectos del cambio climático se continuarán amplificando, incluido el calor, las inundaciones y el aumento del nivel del mar en las ciudades costeras.[4]
¿Cómo se expresa la crisis climática y ecológica en la región latinoamericana?
Todos estos factores tienen y tendrán una gran variedad de consecuencias en la salud humana en especial en los países en desarrollo donde a los efectos de la crisis ecológica que enfrentan por la degradación y contaminación de los ecosistemas, ya suman los impactos del cambio climático. Los actuales problemas ambientales derivados de la estructura productiva extractivista; así como la ocupación de zonas de alto riesgo dada las condiciones de desigualdad social, de pobreza y pobreza extrema son ya gatilladores de la multiplicación de los conflictos socioambientales, de la retroalimentación de la degradación ambiental y de la profundización de las vulnerabilidades climáticas con sus consecuentes efectos en la salud humana. Es más, según la CEPAL, existe una asimetría fundamental entre emisiones y vulnerabilidad. Las emisiones totales de América Latina y el Caribe representan solo el 8,3% de las emisiones mundiales, pero, al mismo tiempo, la región es particularmente vulnerable al impacto del cambio climático debido a sus características geográficas, climáticas, socioeconómicas y demográficas.[5] Frente a este panorama el enfoque para enfrentar el cambio climático desde los organismos oficiales de las Naciones Unidas no ayuda pues solo se orienta a la reducción de las emisiones de gases efecto invernadero y a la adaptación a las consecuencias del mismo. En esta misma lógica las clases dirigentes de los países del Sur global no cuestionan la estructura económica productivista y consumista que profundiza la crisis climática y ecológica con nuestra propia “colaboración”. Se tiene la creencia de que tenemos el “derecho” a seguir “creciendo” -es decir contaminando- y a recibir apoyo económico del Norte global para adaptarnos. Esta forma de enfocar las salidas al problema no cuestiona las raíces del sistema que ha llevado a la humanidad a esta disyuntiva y pretende mantener el mismo esquema de relaciones Norte – Sur; un sistema que se “alimenta” de actividades económicas extractivistas que profundizan, por ejemplo, la destrucción del bosque amazónico -fundamental en la regulación del clima de la región- con actividades como la extracción petrolera, la tala, la minería, el narcotráfico, el desarrollo agrícola y ganadero; o los desarrollos mineros en las nacientes de las fuentes de agua dulce de la cordillera de los Andes contaminando fuentes de agua y compitiendo con la agricultura de subsistencia; o la pesca industrial o la extracción petrolera en la zona marino costera -compitiendo con la pesca artesanal de la cual viven poblaciones enteras. Dichas actividades agudizan la situación de vulnerabilidad de grandes sectores poblacionales y contribuyen a las emisiones de gases efecto invernadero.[6] Nos encontramos atados a una economía primario-exportadora encadenada al sistema productivista y consumista, que tiene además una tendencia a bajar su productividad y un mayor impacto en nuestra huella de carbono; es decir, una economía que mantiene el círculo vicioso de la crisis climática y ecológica. Desde el Sur nos enfrentamos a la necesidad de repensar el rol que jugamos en la economía global en el contexto de emergencia climática, a efectos de cortar el círculo vicioso que alimenta el cambio climático, y que se pone de espaldas al ser humano, que lo cosifica y que tiene graves efectos negativos en la evolución de la vida y en la salud humana. Respecto a la relación crisis climática y salud, quisiera mencionar solo algunos eventos climáticos y de degradación ambiental relevantes que hoy vienen impactando negativamente en la salud humana y que requerimos remontar:
La periodista francesa, Marie – Monique Robin, en su reciente libro “Fábrica de Pandemias” nos cuenta que entrevistó a 62 científicos de los cinco continentes de disciplinas muy diversas y todos tienen la misma convicción que el mejor antídoto contra la próxima pandemia es preservar la biodiversidad. Mencionan que “…han descubierto una serie de mecanismos que muestran cómo la destrucción de la biodiversidad —la deforestación o la destrucción de bosque tropical primario en África, Sudamérica o Asia— está en el origen de las zoonosis…, enfermedades provocadas por patógenos que se transmiten de la fauna silvestre al ser humano y, muy a menudo, a través de los animales domésticos.”[7]
Otro caso dramático, denunciado por REHUNO en Pressenza, es el del río Paraná donde la deforestación del bosque amazónico -para orientarlo a la producción de proteína animal para los mercados del Norte- es causante del 45% de las emisiones de gases efecto invernadero en Brasil con consecuencias en la bajante de las aguas del río Paraná a niveles catastróficos para la subsistencia de las poblaciones costeras, los ecosistemas y la salud humana[8].
Viernes por el Futuro Perú, denuncia que, en Cerro de Pasco, ciudad minera que convive con el tajo de la mina Volcan, hace unos días falleció Esmeralda Martin Añasco, una de las niñas cuyos cuerpos fueron contaminados por metales pesados, en medio de la justa protesta de las familias que aún buscan reparación por la grave situación en la que se encuentran sus hijos. Además de Esmeralda, existen muchos más niños que tienen altos niveles de plomo en la sangre, con problemas de crecimiento y aprendizaje, y sangrado en la nariz.[9]
También podemos señalar el caso de la contaminación del aire “…el último reporte de The Lancet Countdown concluyó que las muertes atribuibles al calor aumentaron en un 152% y que Perú fue el segundo país de Sudamérica con mayor tasa de mortalidad debido a la contaminación atmosférica.”[10] A pesar de este alarmante caso de salud pública en el año 2017 el gobierno relajó los estándares de calidad ambiental del aire incrementando el valor del dióxido de azufre y el material particulado; ahora se permiten en la atmósfera picos de emisiones de SO2 en más de 12 veces -respecto a los anteriores estándares-, siendo los más dañinos a la salud los picos de contaminación de 10 minutos y de una hora”. Esta decisión no solo abre las puertas a industrias contaminantes como la fundición de La Oroya, que aún no han logrado adecuarse a los estándares ambientales, [11] sino que además se ha producido un desincentivo para que las ciudades continúen con sus planes a limpiar el aire.
En conclusión: Queda claro que enfrentamos una encrucijada, que son pocos los responsables y cómplices con capacidad de decidir, que el ser humano está lejos de ser el valor central en esta sociedad, como puede verse en las consecuencias que tiene la crisis climática y ecológica en la salud humana, y que corresponde a las grandes mayorías dar respuesta a esta encrucijada en dirección evolutiva… ¿Y como lo hacemos? Quisiera, finalmente afirmar que la salida evolutiva es posible si dejamos esta carrera loca y en automático que seguimos al aceptar que este sistema productivista y consumista que beneficia a unos cuantos se imponga, un sistema que ya le quedó chico al Ser humano. Ello será posible, desde la acción climática que vienen impulsando las organizaciones sociales, pueblos indígenas y los colectivos ambientalistas y en especial la juventud; las experiencias locales de economía solidaria que privilegian la producción local y agroecológica; los desarrollos científicos puestos al servicio de la evolución de la vida; pero en especial será necesario profundizar en nuestro interior para conectar con el sentido que anima la evolución de la vida y nuestro propio sentido. Solo así daremos paso a una nueva humanidad dejando este dilema que hoy enfrentamos como un mal sueño o una anécdota en el largo proceso de evolución de la vida. Fuente Foto: ECOticias.com [1] Investigadora senior del Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, Lima Perú, especialista en ecología social. [2] https://www.cdp.net/en/articles/media/new-report-shows-just-100-companies-are-source-of-over-70-of-emissions[3] El clima monzónico se da principalmente en zonas de baja latitud que van desde África Occidental hasta el Océano Pacífico occidental. [4] Informe IPCC https://www.ipcc.ch/2021/08/09/ar6-wg1-20210809-pr/[5] CEPAL, 2020, “La emergencia del cambio climático en América Latina y el Caribe ¿Seguimos esperando la catástrofe o pasamos a la acción?” Naciones Unidas, 2020, Santiago de Chile. [6] Según la CEPAL La región latinoamericana está centrada principalmente en la extracción de recursos naturales y agrícolas, es una “estructura productiva y exportadora anclada en productos primarios” (ver CEPAL,2019, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, “Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe”, (LC/PUB.2019/20-P), Santiago, 2019, pág. 68); en el 2019 el 40% de las exportaciones de América Latina correspondían a minería, petróleo, gas, productos agrícolas y pesqueros (ver, CEPAL,2019, ya citado pág. 70)[6]. El caso peruano es uno de los más dramáticos pues casi el 90% de nuestras exportaciones corresponden a productos primarios y dentro de estos el 65% a minería, petróleo y gas (ver, Banco Central de Reserva del Perú, https://estadisticas.bcrp.gob.pe/estadisticas/series/mensuales/resultados/PN01487BM/html) y el 24.6% a productos agropecuarios y pesqueros). [7] Marie – Monique Robin, 2021, «El mejor antídoto contra la próxima pandemia es preservar la biodiversidad», viernes 26 de febrero 2021 https://www.soberaniaalimentaria.info/otros-documentos/debates/834-entrevista-marie-monique-robin[8] REHUNO, 2021, “Río Paraná en bajante, causas y efectos. https://www.pressenza.com/es/2021/09/rio-parana-en-bajante-causas-y-efectos/[9] https://www.facebook.com/303365223684557/posts/820796471941427/[10] Ojo Público, 2021, “El estrecho vínculo entre la crisis climática y la salud de los peruanos” https://ojo-publico.com/3129/el-estrecho-vinculo-entre-crisis-climatica-y-la-salud-publica, 31 de octubre 2021 [11] Pressenza, 2017, ¡Alerta! Retroceso en la protección ambiental https://www.pressenza.com/es/2017/06/alerta-retroceso-en-la-proteccion-ambiental/, 10 de junio del 2017.
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