Su padre fue poeta, escritor y maestro universitario cobijando un amor a los títeres que lo llevó a recorrer comunidades en zonas andinas con la ilusión de llevar el arte a niñas y niños. Su madre fue maestra de escuela con un notable talento para el canto. Ambos encontraron que sus sensibilidades danzaban al ritmo del arte, y de ese amor por la música, el canto, el teatro, la lectura, nació Anabelí Pajuelo Valdez y sus hermanos. Ella aprendió de sus padres que la resiliencia es parte de la vida dado que desde pequeña se repuso a las incontables operaciones por su displasia de cadera. Hoy luego de 20 años de haber creado la Escuela de Arte Puckllay, todavía encuentra nuevas posibilidades para seguir avanzando.
La Escuela de Arte Puckllay se ubica en las Lomas de Carabayllo que alberga a más de 80 comunidades de migrantes que dejaron el interior del país para buscar mejores condiciones de vida para sus hijos. A ese arenal, hace 20 años, llegó Anabelí con una amiga bailarina, con quien realizó talleres de teatro y danza. Así nació, la Escuela de Arte Puckllay, cuya palabra en quechua significa: juega.
“Mi padre me enseñó a leer y escribir en casa y mi madre me mostró la belleza de las cosas simples. La pedagogía de ambos me marcó desde pequeña, creo que es por eso que mi espíritu heredó la pedagogía. No es fácil plantarse frente a un escenario, respetar la voz de otra persona, trabajar en un escenario dentro de un equipo, unirse con la voz en una representación coral e incluso equivocarse y salir adelante en la escena, sobreponiéndose a la mirada de extraños. Todo lo que hacen los niños, niñas y adolescentes en el teatro son aprendizajes que les ayudarán a enfrentar la vida y a tener relaciones socioemocionales sanas”, sostiene Pajuelo.
Para celebrar el aniversario de la escuela, presentaron la obra “Aventuras en los Andes Mágicos”, luego de 17 años, la misma que se basa en la novela corta "El Cholito en los Andes Mágicos", del escritor peruano Oscar Colchado Lucio. La obra narra la historia de un niño que luego de su encuentro con el Ichic Ollcco (hijo del demonio), se ve obligado a afrontar retos para regresar a su casa con su madre y hermanitos. La historia sumerge al espectador en el imaginario andino con personajes de la mitología andina que revelan la bondad y la maldad como expresiones de un universo en constante cambio. Un detalle que resulta el hilo conductor de la historia es la forma tierna en la cual el protagonista asume cada reto, mostrando su ingenuidad, debilidad y desprotección. Sin embargo, a medida que fluye la historia, encuentra ayuda en diversos animales del ande que reconocen su buen corazón.
La obra está representada por 12 niños, niñas y adolescentes que intercambian personajes interpretando elementos corales, teatrales y musicales en una sinfonía que lleva al espectador al mundo del andino con suavidad y sin prisa. Ese transcurrir escénico es posible porque estos niños se formaron desde los cinco años en danza, teatro, circo, música y artes plásticas.
En el arenal de las Lomas de Carabayllo, este espacio artístico cultural representa un oasis para el ejercicio del derecho a la cultura que se enfrenta a condiciones agrestes, porque los derechos básicos como el acceso a la salud, educación, vivienda digna, vías de transporte y veredas no son condiciones que proporciona el Estado para los ciudadanos de esta zona.
“En mi caso, tengo mucha identificación con las familias de migrantes de Lomas de Carabayllo, con sus madres y los niños, porque también vine de provincia y no pertenezco a Lima. Soy como ellos y considero que si sabemos de dónde vinimos, vamos a tener una estructura que nos permita llegar a donde nos propongamos, porque tendremos una identidad y autoestima que nos permitirá crecer. Todos estos procesos pedagógicos son los que trabajamos con el arte en los niños que vienen a la escuela. En este sentido, el arte es una estrategia para forjar mejores ciudadanos”, afirma Pajuelo.
Un buen ejemplo del legado de Pajuelo es que los mismos niños que egresan se convierten en docentes de las nuevas generaciones. Así la co-dirección de esta presentación estuvo a cargo de Joselyn Ortiz Huamán, educadora, bailarina profesional y egresada de la primera promoción de la Escuela de Arte Puckllay. El aprendizaje implica tomar acción para lograr los cambios sociales, es decir “hacerse cargo” del otro, que es un miembro de la comunidad, para conseguir su propio crecimiento.
La comunidad de padres de familia son la base para el mantenimiento de la escuela. Ganaron un premio que les permitió construirla hasta el 40%. Si bien falta todavía, para Pajuelo se trata de un compromiso con generaciones de niños, niñas y adolescentes de la zona que requieren espacios culturales para conocer y aprender a amar sus raíces, las únicas que les permitirán afrontar la vida desde la solidaridad y la sensibilidad por el bienestar de otro ser humano.
Después de 20 años no sólo regresaron a presentarse, sino que ahora han sido invitados a un Festival en Chile denominado “Teatro para las Infancias y Adolescencias”. Si quieres ayudarlos a recaudar fondos a través de este sistema de crowfunding puedes ingresar a este link: https://www.globalgiving.org/projects/adventures-in-the-magical-andes/#menu
La ciudadanía se forja con acciones que mejoren la vida de las personas desde nuestro accionar cotidiano. Más de 3 mil niños, niñas y adolescentes han transformado sus vidas y las de su entorno mediante el arte en esta escuela. Ejemplos como el de la Escuela de Arte Puckllay son una ofrenda al amor y la solidaridad. En nuestras manos está que siga creciendo pues luego de 20 años, sigue de pie, avanzando, cantando y danzando al sol.
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