La docente, escritora y crítica de cine colombiana presentó su nueva novela "Sonido Seco" en nuestro país
En la Feria del Libro de San Borja, usted presentó la novela “Sonido Seco”. ¿Qué la inspiró para escribir este libro? Cuando me senté a escribir mi primera novela o, mejor dicho, cuando logré abrir un espacio suficientemente grande en medio de las múltiples obligaciones para dedicarme a la escritura tenía una imagen clara: tras la explosión de una bomba a una mujer joven le introducen un arma en su abrigo sin que se dé cuenta. Ese era mi punto de partida. Pero se me terminó atravesando otra historia, la del duelo de una adolescente por su madre, y así salió Parece que Dios hubiera muerto. Sonido seco, mi segunda novela, es esa historia que quería escribir y que no sabía a dónde me llevaría. ¿Qué haría esa mujer? ¿Qué decisiones tomaría a partir de ese momento? Lo fui descubriendo a medida que fui escribiendo. Lo que sí tenía claro es que deseaba retratar relaciones familiares y amorosas y las tensiones y violencias sutiles que pueden experimentarse en ellas. La pistola, finalmente, sería solo una excusa para poder poner a andar la acción. En la novela, se tocan temas como la violencia y la mentira. ¿Cómo afectan estos temas a los personajes de su novela? La historia transcurre en los 90 en Colombia. Fue una etapa difícil para nosotros, de alguna manera nos acostumbramos a los estallidos de bomba y a que cierta violencia estuviera omnipresente. Sin embargo, yo no quería que la historia girara en torno a eso. En mi novela la violencia es el telón de fondo, está ahí presente, los personajes conviven con ella y a veces ya ni la ven (como nos sucede a los latinoamericanos). Me interesaba sobre todo retratar la historia de una familia y cómo, aunque está el amor presente, son muchos los silencios o desarreglos que se instauran en ella. Me parece que, por ejemplo, en el caso de la mujer, la madre que es de los 40 termina distanciada de la hija de los 70 porque la situación de la mujer en la sociedad cambió mucho en esos momentos. Manuela, la hija, crece más libre, con más posibilidades de desarrollo, pero enfrenta otros retos no más evidentes. La pistola la lleva a indagar sobre la historia de su hermano que murió hace poco y preguntarse qué pasó con él, el consentido de su mamá, que se distanció de todos en un momento y se fue a vivir lejos de la ciudad. ¿Cuánto realmentelo conoció? ¿Qué tanto su padre, un político reconocido, ha ocultado cosas? Hay muchas omisiones y también mucho miedo a tocar ciertos temas como sucede en tantas familias.
La novela se desarrolla en un contexto de violencia y conflicto armado. ¿Qué papel cree que juega la literatura en la reflexión sobre estos temas y en la construcción de una memoria colectiva? En Colombia se han escrito muchos libros sobre el conflicto armado desde distintas perspectivas. Sin embargo, en mis novelas no me ha interesado adentrarme particularmente en el conflicto pero este aparece porque es nuestro telón de fondo, no veo cómo puede eludirse. Me interesa justamente explorar que está ahí está todo el tiempo. Para la familia de Manuela, por ejemplo, es normal tener armas, en la capital eso puede verse extraño pero en el campo, si se tiene una finca no es anormal tener un arma. El papá de Manuela es político y en un momento sufre un atentado, las razones pueden sorprender a algunos pero no son extrañas en Colombia. Ese hecho tan fuerte se olvida rápidamente en los medios de comunicación y es la familia la que carga con el peso de esa acción violenta. La misma bomba del inicio se va diluyendo tapada por otras noticias. Creo que la literatura es un lugar en donde podemos reflexionar sobre toda esta normalización de la violencia que vivimos en América Latina, que se traduce, también, en profundas desigualdades económicas y falta de estado en muchos lugares. Y, claro, esta reflexión contribuye activamente a que no olvidemos. ¿Es la escritura, la creación literaria, una forma de estar en paz con la violencia y el duelo que muchas veces caracterizan la existencia? Sin duda. Muchas terapias en la actualidad reivindican el poder catártico y sanador de la escritura y muchas personas, escritores profesionales o no. han logrado no solo contar una historia sino comprender y sanar aspectos de su historia personal. No en vano son cada vez más comunes los talleres literarios y los estudios en escrituras creativas. Creo que cada vez más personas encuentran consuelo en las letras. Cuando mis alumnos atraviesan un momento difícil siempre les aconsejo escribir, al comienzo puede sentirse extraño pero hacerlo organiza e ilumina. Por otra parte, la ficción muchas veces permite sacar cosas que ignorábamos, explorar la vida de un personaje que hemos creado nos pone en situaciones que desconocíamos o nos conecta con sentimientos que teníamos guardados.
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